jueves, 22 de marzo de 2012

Estudiando a Bolivia

Colectivo Walter Benjamin
Resumen Lectura: Cruz, Gustavo Roberto. LA LIBERACION INDÍGENA CONTEMPORÁNEA EN BOLIVIA. Crítica filosófica a una Política – Estética Racializada. Ed. Universidad Católica de Córdoba (Argentina). Pags 148 a 163.
El autor siempre citando trabajos preexistentes de Felix Patzi y de Álvaro García Linera, básicamente, en este aparte trata sobre “El movimiento indígena de tierras bajas”, luego de que en apartes anteriores ha descrito ampliamente el caso del Katarismo – indianismo y el del movimiento cocalero, con lo que cierra el círculo del movimiento indígena boliviano en su totalidad. Su inicial afirmación es que hay muy poca información acerca de estos pueblos, en comparación con la existente para Aymaras y Quechuas.
En primer lugar nos ubica geográficamente en los departamentos del Beni, Pando y la parte amazónica de Santa Cruz de la sierra, como aquella zona donde tienen asiento los 34 grupos indígenas que se caracterizan como del oriente boliviano. Acá vale la pena aclarar al Colectivo que Bolivia tiene una superficie de más de un millón de kilómetro cuadrados, un poco menos que Colombia, y cuenta con una población total de entre 9 y 10 millones de habitantes, lo que a ojos de un colombiano significa una baja población del territorio, siendo, además, que la mayoría de esta población se ubica en la parte alta del país, como en nuestra patria, y las partes bajas planas son mucho menos pobladas: allí es donde se asientan los algo menos de 400.000 indígenas – según los cálculos más optimistas – que solo representan el 3,4% de la población total.
De estos pueblos dice : “ 13 pueblos que tienen menos de mil personas (el mínimo serían 9 Guarasuwes), 5 pueblos que tienen entre mil y tres mil componentes, 5 pueblos compuestos por entre tres mil y once mil personas y 6 pueblos que tienen entre cuarenta y cien mil habitantes”, pueblos estos que han sido sometidos mediante una violencia simbólica a través de la evangelización de jesuitas y evangélicos y de un proceso de sedentarización (siendo inicialmente pueblos nómadas- cazadores y recolectores) , lo que al criterio de los estudiosos de la situación de estas comunidades y del autor mismo les ha impedido configurarse, como sus pares Kataristas – indianistas, como pueblos autónomos, con un proyecto de nación indígena, es decir con un proyecto emancipador; conduciéndolos a organizarse y luchar reivindicando solamente su condición de etnia, frente al estado neoliberal.
Nos informa de la constitución, hace apenas 15 años, de la organización CONFEDERACIÓN DE PUEBLOS INDÍGENAS DE BOLIVIA (CIDOB), con altísima influencia de las iglesias y de cuanta ONG habida y por haber, que actualmente está conformada por 11 organizaciones de base y que, no obstante, no logra agrupar a todos los pueblos indígenas de oriente: por ejemplo, la Coordinadora de Pueblos Étnicos de Santa Cruz (CPESC) no hace parte de ella siendo una organización fuerte que recogió el descontento de organizaciones y personas indígenas que no están de acuerdo con negociar con el Estado boliviano.
La CIDOB ha liderado dos movilizaciones nacionales: en 1990 “La marcha indígena por el territorio y la dignidad” que exigía reformas de algunas leyes para el reconocimiento de los derechos territoriales de los pueblos indígenas avasallados por las grandes empresas madereras, petroleras y por los ganaderos, y que por primera vez planteaba la convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente para reformar o refundar el estado boliviano. La Asamblea Nacional Constituyente se realizaría muchos años después, en el 2007 bajo el gobierno de Evo Morales. Fue tal el impacto de esta marcha que los Aymaras y los Quechuas tuvieron que reconocer la existencia de los pueblos indígenas de oriente, hasta esa fecha ignorados por la estructura sindical campesina. Este hecho generó un intento fallido de unidad de todos los pueblos indígenas de Bolivia. La CIDOB, en 1991, amplió sus demandas a derechos de salud y apoyo para proyectos productivos y en 1992 se suma a las luchas por “Los quinientos años de resistencia”. Ejemplo de la actitud engañosa de los gobiernos, como en Colombia, fue la aprobación en 1994, con la anuencia de la CIDOB de la ley INRA de reforma agraria que, finalmente, al decir de los estudiosos consultados por el autor, si bien pudo favorecer a los indígenas de oriente fue a costa de los campesinos de occidente, siendo que al final la que salió triunfante con esta ley fue la burguesía agraria del oriente boliviano ( Cualquier parecido con todas las leyes agrarias que en Colombia han sido, es mera coincidencia).
Y en 1996, la CIDOB convocó y realizó la “Marcha por la tierra el territorio, Derechos políticos y Desarrollo” demandando el reconocimiento de los territorios indígenas, la titulación y el cumplimiento de los decretos firmados en 1990. Durante esta marcha el movimiento indígena se dividió aún más al tiempo que la CIDOB, en Samaipata (1), a mitad de camino resolvió negociar con el Estado y el gobierno neoliberal, lo que le permitió a este reposicionarse bajo una acción de asimilación – “Etnofagia estatal” al decir de Patzi-, apropiándose, de paso, de la propuesta “Pluriétnica y multicultural”, legalizándola y refuncionalizándola bajo la lógica estatal.
No sería la única vez que la CIDOB daba la espalda a la lucha indígena por negociar directamente con el estado, en el año 2000 en medio de la formidable lucha por el agua, la “guerra del Agua” al decir de algunos, con bloqueos en la Paz contra la política de Hugo Banzer, negoció unos convenios de poca monta con el establecimiento.
Aún así, o debido a esta actitud entreguista- digo yo -, la CIDOB ha ido creciendo en su capacidad de autorrepresentación política, superando “intermediaciones étnicas” de partidos políticos y ONG´s y ha podido participar en elecciones municipales sin ser un partido político y con relativo éxito. Se les abona su interés especial por la formación de sus cuadros en gestión pública.
Actualmente la CIDOB adopta, según algunos una actitud de desconfianza pero de pacto con el gobernante MAS, cuando para otros el MAS, seguramente apoyado en el carácter totalmente reformista de la CIDOB, la ha cooptado, junto a las demás organizaciones indígenas de oriente.
El autor, también, nos informa sobre los esfuerzos de la burguesía derechista cruceña por ganar el favor de sectores importantes y organizaciones indígenas de oriente para llevar adelante su secular proyecto de autonomía, máxime ahora cuando un “Colla” está al mando del gobierno y del estado, para ello hacen malabares pretendiendo darle a su tradicional bandera CAMBA connotaciones mestizas queriendo aminorar el carácter francamente filofascista de su concepción del pueblo Camba y su superioridad étnica, frente a los “indios colla”. El autor se pregunta si podrá el MAS contrarrestar esta campaña y ganar para si a estos indígenas.
De tal suerte que los estudiosos de este sector indígena de Bolivia consideran que “El resultado de todo ello es la incapacidad del movimiento indígena del oriente para construir una organización unitaria, autónoma y con capacidad contestataria. El Movimiento indígena del oriente tendría una especie de “pecado de origen”, pues su organización se gesta como un movimiento mutilado en su autodeterminación y subordinado a algunas iglesias, ONG´s y organismos internacionales, que funcionan como intermediarios culturales”.
Finalmente el autor hace una afirmación de carácter frente a su trabajo informando que es su interés no quedarse en el mero estudio de los “indios” como grupos culturales o étnicos, por lo que ha incursionado en el proceso de emergencia política del plural movimiento indígena de Bolivia en este período 1985 – 2000, destacando un énfasis en la dimensión ideológica y política del movimiento en sus tres grandes tendencias: Katarista-indianista, Cocalera y del oriente boliviano.
Por ello dice: “Nos interesa mostrar que la afirmación de una identidad indígena puede ser una autoafirmación contestataria a la dominación moderna-capitalista o bien puede ser un modo de ingresar al capitalismo”.
Bogotá. D.C., Marzo 27 de 2012.
Bayardo Ariza Olarte.
(1) Samaipata es un monte de piedra que tuvo carácter ritual para los pueblos indígenas, situado a unas dos horas de Santa Cruz de la Sierra. Es una gran piedra que corona un monte y que tiene un centro en la parte más alta, dotado de una serie de concavidades en forma de estrella por las que un oficiante sentado o parado en la cumbre de la piedra distribuía una bebida embriagante que por estas concavidades irrigaba a quienes al final de las mismas, en una suerte de chozas con asientos, estaban prestos a colocar sus recipientes, obtener sus bebida y brindar por sus dioses y por sus ruegos y daban gracias al oferente, casi siempre el principal del grupo indígena. Observación de mi viaje a Bolivia en el año 2001.

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