jueves, 15 de diciembre de 2011

LA GUERRA EN CRISIS

LA GUERRA COMO SALIDA A LA CRISIS
Si se pudiera decir que una persona debe frisar los 15 años para tener real conciencia de un hecho histórico de importancia que ocurre a muchos miles de kilómetros de su sitio de residencia, entonces, asumiendo esa edad arbitrariamente, podría decir que no tengo la más mínima idea de lo que es una guerra declarada, generalizada, dentro de un país – no obstante ser colombiano nacido en el tercio alto de la década de los años cuarentas – entre dos países o entre países de una región.
Aunque el estudio de la historia nos puede dar muchas luces al respecto y la combinación de hechos políticos y militares, con elementos económicos y sociológicos llevarnos a hacer una idea muy aproximada de los hechos y sus consecuencias, de una confrontación armada de grandes magnitudes, la verdad es que cuesta trabajo asumir como cierto, sin duda alguna y poder utilizar como soporte analítico de la situación actual concreta, la sentencia comúnmente aceptada de que , tal como ha sucedido en ocasiones anteriores similares, la guerra es el argumento por excelencia para salir de las grandes crisis.
Durante largos períodos de la guerra fría se pensó que era inminente la conflagración universal, atómica – sin ir más lejos el gran sobresalto mundial con ocasión de la ubicación de misiles atómicos en Cuba dirigidos contra los EEUU, con el apoyo soviético a la joven revolución castrista- entre los dos grandes contendientes atómicos, EEUU y la URSS. Aunque varios enfrentamientos sanguinarios y duraderos ocurrieron en el mundo después de la llamada segunda guerra mundial – Ejemplo grande Vietnam - puede decirse que estos actos de guerra tenían más el sello de la contienda ideo-política tendiente al cambio de sistema o a su preservación, que el de una guerra en busca de la superación de una crisis económica o de mercados.
En el período de fines de la década de los años 60´s y fines de los 70’s, que mostró una particular virulencia de la contienda por la hegemonía mundial, no solo en el campo del llamado tercer mundo con todas las luchas de liberación nacional, si no en Europa – Checoeslovaquia -, fue común y consistente oír al Partido Comunista Chino argumentar sobre la inminencia de un estallido atómico debido a las aspiraciones de EEUU y la URSS por la hegemonía y el dominio de Europa, “ O la revolución impide la guerra o la guerra impulsa la revolución” fue la consigna que expresaron los chinos durante varios años, antes de adoptar la política de apertura de su gran país al mercado como fórmula – aprendida de los soviéticos en Yalta según los intelectuales chinos - para impedir una tercera guerra mundial: ello puede ser analizado e interpretado como recurso a la ampliación de mercados como elemento disuasor de la guerra.
Los hechos han mostrado, hasta ahora, que las crisis se han venido superando o aplazando de manera conflictiva con guerras de baja intensidad, en el argot de la geopolítica moderna, con diferentes excusas – narcotráfico, terrorismo, defensa de DDHH, control de fuentes de materias primas estratégicas, etc,-.
No obstante, para varios analistas de la situación internacional crítica de hoy, parecería llegado el momento de no retorno, que amenaza con llevar a la humanidad a una confrontación universal,
supercatastrófica – digo yo –, en tanto los detentadores del poder económico y político incapaces de dar salidas racionales a la crisis estarían apelando a nuevas e inéditas formas de fascismo, de eliminación de la democracia y de las formas de convivencia comúnmente aceptadas, construidas durante los últimos 150 años, no sin derramamiento de sangre, pérdida de vidas humanas y destrucción de los activos de buena parte de la humanidad, que obligarían a que países como Rusia y China plantaran frente a los EEUU y sus aliados europeos a efectos de resolver la cada vez más crítica situación económica, ambiental, alimentaria, civilizatoria.
Sin embargo para un observador acucioso de la realidad impresionante del avance tecnológico de los elementos de la guerra, ensayados y probados en diferentes “polígonos” del mundo por los diferentes gobiernos unas veces de manera pública y cada vez más de manera camuflada, desplegados a media máquina en Irak y Afganistán, algo en Colombia y en Libia, o en Chechenia o exhibidos en el sesenta aniversario de la República Popular China, es sospechoso, por decir lo menos, que una confrontación global con este tipo de armamento vaya a resolver cualquier crisis, de cualquier tipo, lo que llevaría a considerar que a estas alturas del desarrollo tecnológico la guerra NO ES tampoco una solución para la crisis como sí lo fue en el pasado. Pasado al que no asistimos directamente, sino a través del estudio de la historia.
Y al no existir, tampoco, la posibilidad de nuevos mercados que den salida a la superproducción actual, como fue el caso de China a finales de los años 70´s, se impone la búsqueda de soluciones inéditas que le permitan a los pueblos asumir el liderazgo de las soluciones a la crisis del sistema capitalista. Porque es la crisis final de un sistema en el que LAS RELACIONES DE PRODUCCIÓN NO SE CORRESPONDEN CON LAS FUERZAS PRODUCTIVAS, prueba fehaciente, según nos enseña la historia y lo soporta el marxismo, de la necesidad de un cambio radical.
Cambio radical que implica la construcción de una fuerza contrahegemónica basada en la inclusión del 99% de la humanidad, al decir de los Ocuppy, cuya movilización sea tan contundente que haga inocua cualquier apelación a la fuerza bruta y, por el contrario, seduzca a los detentadores del aparato represivo a unirse a los rebeldes; fuerza contrahegemónica que ocupe la dirección del nuevo estado de cosas político y social sin discriminación, sin explotación del hombre por el hombre, con democracia para todos y todas, que enrute la economía por las vías de la producción sostenible a escala humana, con dejación de muchos instrumentos y técnicas nocivas para el medio ambiente y que llevaron a prescindir de los trabajadores de muchas partes del mundo, que reivindique la emancipación por el trabajo productivo de cada ser humano, recuperando instrumentos de trabajo y técnicas productivas que mostraron su eficiencia en el pasado y que fueron desechadas en el altar del desarrollo capitalista y posibilite la reconstrucción de la naturaleza depredada por el ansia capitalista de la utilidad y la ganancia por encima de todo.
Un nuevo poder así construido deberá permitir que el 1%, graficado por los Ocuppy, se reincorpore a la nueva sociedad sin ninguno de los privilegios que groseramente ostentaron en el pasado.
Desde las calles de Colombia. 15 de diciembre de 2011.
Bayardo Ariza Olarte.

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