domingo, 20 de noviembre de 2011

Una cosa es una cosa y otra......

20 Nov 2011 - 1:00 am
Universidad y primera infancia
Por: Armando Montenegro
A pesar de los innegables problemas de los universitarios y las dificultades de las universidades estatales, sorprende la concentración de la atención nacional en sus asuntos y manifestaciones. No es un misterio que en Colombia hay grupos humanos mucho más vulnerables, más desprotegidos, quienes, sin embargo, no protestan y casi nadie defiende. Éste es, entre tantos, el caso de la mayoría de los colombianos recién nacidos y todos aquellos cuyas edades están entre cero y cinco años. Las coberturas de atención a los grupos de esas edades, entre los más pobres y necesitados, son bajísimas. Y los déficits en la calidad de la atención de su salud, estimulación, educación y recreación son enormes. A pesar de la evidencia de sus necesidades y sufrimientos, no se dan manifestaciones ni debates alrededor de la suerte de la primera infancia en Colombia. Lo más grave es que mientras los niños de los estratos altos asisten regularmente a guarderías sofisticadas, donde reciben buena alimentación y apoyo completo, los de los más pobres no tienen ningún cuidado o reciben una escasa atención en algunas instituciones públicas. Así se perpetúa el hecho de que la brecha entre los colombianos de altos ingresos y los más pobres comienza desde la cuna. Esa atención diferencial es uno de los factores que aseguran que los hijos de los pobres serán pobres y los de los más ricos, serán ricos. Numerosos estudios muestran que los impactos de la mala atención en la primera infancia duran toda la vida. La desnutrición temprana severa se traduce en daños cerebrales que luego no pueden ser corregidos. Algo semejante ocurre con la mala atención de salud, la falta de afecto y cuidado en años claves del desarrollo físico y cognitivo.
Un país que se fija el objetivo de ser más igualitario debe comenzar por una revolución completa, que asegure un aumento de la cobertura y la calidad en la atención a la población entre cero y cinco años. Desde una óptica de equidad y de la rentabilidad social, aunque importante, es menos prioritaria la educación universitaria que la atención a la infancia. Después de todo, quienes más duramente sufren los rigores de la pobreza, desnutrición y desatención en sus primeros años no llegan, no pueden llegar, a la universidad. Ni siquiera pueden terminar la educación básica. A pesar de estos hechos incontrovertibles, nadie protesta por la baja cobertura y la calidad deficiente de los programas de la primera infancia. Alguien dirá que los niños de uno, dos o tres años no pueden hacer marchas, como las de los universitarios; no pueden organizarse y tampoco pueden protestar por ningún medio por la miseria de su vida. Sus padres, pobres, ocupados y, sobre todo, dispersos, tampoco pueden representar a sus hijos desnutridos, enfermos y mal atendidos. Y los directivos de las pocas entidades públicas que atienden a la primera infancia no exigen mayores recursos ni tienen estatutos que protejan la autonomía de sus instituciones. La moraleja de toda esta historia parecería ser que la atención y los fondos públicos se consiguen por medio de los paros y las protestas públicas. En contra del principio de que los recursos deberían orientarse hacia las prioridades, en la esfera presupuestal los que lloran son los que maman (y, en este caso, por sus carencias, ellos no pueden ser los bebés).
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Opinión por:
Bayardo Ariza Dom, 11/20/2011 - 09:53
Esta columna retrata de cuerpo entero a su autor: de manera sesgada critica al movimiento estudiantil que acaba de obtener una primera basa en la larga lucha por una educación que realmente le sirva al pueblo, no como la recibida por el columnista, por ejemplo. Oportunistamente se apoya en una supuesta defensa de los niños entre 0 y 5 años que, aún, no pueden protestar. Él que ha ocupado altas posiciones en varios gobiernos debería saber que una de las obligaciones de un gobierno dirigido por verdaderos estadistas es, precisamente, responder, sin que medien grandes conflictos, a las necesidades de sus gobernados y entre ellos a sus gobernados menos pudientes, menos favorecidos , más carentes. Eso no le cabe en la cabeza a un profesional de la escuela neoliberal por cambiar según la MANE.

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